Así como la sociedad de algún modo se adapta a estas tecnologías, la educación también puede adaptarse y hacer uso de las mismas en beneficio de estudiantes y educandos, pero hay que preguntarse qué aplicar y como aplicarlo. En España en los últimos años, se ha tendido a la inclusión del mayor número de ordenadores por estudiante posibles, una medida cuya práctica no se ha demostrado ser positiva ni negativa, se carece de estudios que sustenten la teoría de la mejora en calidad educativa con esta medida (al menos en España, del informe PISA de 2006 se pueden sacar datos que no terminan de ser concluyentes sobre el impacto positivo del número de ordenadores por número de alumnos), quizá se deba al desconocimiento sobre la fórmula para aprovechar los mismos. Sin duda en ésta fórmula son muy significativos factores como la formación del docente, su predisposición al aprendizaje del uso de las nuevas tecnologías, así como de la necesaria formación continúa que implican las mismas. Pero, ¿es un factor relevante el contexto del propio centro educativo en este aspecto? Hay que preguntarse, ¿A quién van dirigidos estos recursos? Cuando se trata de implantar nuevas tecnologías en un centro, hay que tener muy en cuenta esta cuestión, pero con un enfoque contextual, pues cada centro tiene un contexto diferente. Por eso, es realmente importante el adaptar las medidas de implantación para cada centro, para el aprovechamiento de los recursos de la forma más práctica posible, porque se trata de ayudar a la educación, no poner mayores trabas a la misma. Así pues, lo más importante no es decidir dotar o no de ordenadores a los alumnos, si no que el centro educativo vea el recurso que más se adapte a sus necesidades y a las necesidades de los alumnos y docencia. Existen muchos recursos tecnológicos muy variados y lo importante es que terminen siendo prácticos, y sin comprender el contexto es imposible.
El uso de las nuevas tecnologías en las aulas es desigual, varía según las autonomías
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