La función integradora que ha de cumplir el sistema se ve arropada por la implantación de una educación obligatoria y pública, encargada de impregnar la socialización secundaria a los alumnos (la socialización primaria seria aquella que queda bajo el ámbito familiar). La educación obligatoria (establecida en España hasta los 16 años) se convierte en un instrumento difusor de cultura capaz de concordar con la pluralidad social, debiendo incluir unos contenidos suficientemente densos y eficaces para transmitir la realidad cultural y capaces de afrontar positivamente la realidad social. El sistema de educativo ha de conseguir que el sujeto “aprenda a aprender”.
Ahora bien ¿Qué ramas han de guiar esos contenidos? ¿Hasta que punto han de extenderse? La selección de los contenidos, además de ser teóricamente atractivos para los sujetos, han de basarse y aprovechar la variedad y riqueza que envuelve la realidad educativa. De esta manera, diversidades evidentes como el lenguaje y la religión han de convivir con el aprendizaje; las instituciones no solo han de procurar impartir los idiomas oficiales, sino procurar que todos lo conozcan.
Englobar y unificar una realidad educativa con la realidad social no resulta fácil en el presente, siendo un objetivo que ha de cumplirse a largo plazo, y en el que adquieren un papel de vital importancia los educadores, quienes han de utilizar la discriminación positiva en su justa medida. En definitiva, el sistema educativo debe tratar de crear una realidad única dentro de las aulas, una realidad que englobe y sepa tratar las diferencias de sexo, raza, religión y cultura.